La Liga Árabe hace caso omiso de la realidad, o sencillamente ignora la realidad?
La Liga Árabe fue creada en la primera mitad del siglo pasado. Ahora estamos en el siglo XXI. El tiempo no se ha detenido. Llegarán el siglo XXII y el siglo XXIII, y la Liga Árabe seguirá congelada en la primera mitad del siglo XX. Los miembros de la Liga Árabe ingresaron oficialmente a Palestina en 1948. En esa época, esa acción era legítima. En la actualidad no podrían hacer algo semejante. En 1916 Sharif Hussein fue proclamado rey de todos los árabes, con la anuencia de los países aliados contra el Imperio Otomano. También eso era aceptable en esa época. Hoy, ¿quién podría aducir que es el rey de los árabes? Si alguien se proclamara como tal, no sería aceptado. Esa persona sería considerada insana. Sería el hazmerreír del mundo entero, tanto de árabes como de no árabes. Uno de los hijos de Sharif Hussein fue proclamado rey de los sirios, pese al hecho de que los sirios no son hachemitas. También eso era aceptable en esa época. Cuando los invasores franceses lo expulsaron de Siria, se lo proclamó rey de otro país árabe, el Iraq. A comienzos del siglo pasado, eso era perfectamente aceptable.
En esa época, un hombre como Abdul Aziz ibn Saud podía movilizar sus fuerzas para salir de su ciudad natal, “Al Dar’iya”, y ocupar por medio de las armas el resto de la Península Arábiga cualquiera fuese su filiación: hachemita, yemenita o cualquier otra. Hoy, si el monarca saudita pensara en anexar un minúsculo emirato tal como Ajman o Ras Al-Khaima, el mundo se alzaría en armas y enviaría poderosos ejércitos para hacer abortar sus planes. La reacción mundial ante la anexión de Kuwait por parte del Iraq es un ejemplo al respecto. Farouk supo ser el soberano de Egipto y del Sudán. Eso también era perfectamente aceptable y se consideraba legítimo.
Los árabes de hoy no responden a los pedidos de sus hermanos árabes cuando estos buscan refugiarse de sus enemigos. A los árabes ahora se les concede asilo en países extranjeros porque los países árabes hermanos se lo niegan. En el pasado no sucedía eso; los árabes recibían asilo y protección en otros países árabes. Ahora, gracias al orden establecido por la Liga Árabe, eso resulta políticamente inaceptable.
Si una Potencia extranjera ocupa tu país, no hallarás solaz en ningún Estado miembro de la Liga Árabe. Los líderes de la resistencia a la ocupación solían poder desplazarse libremente dentro de los confines del mundo árabe. Contaban con protección y apoyo oficiales. Se alentaba a aportar donaciones en apoyo de la lucha armada. Cualquiera podía ofrecerse como voluntario para sumarse a la lucha. Hoy los que ejercen el poder han prohibido todo eso.
Nasser abogaba por la unidad árabe. Contó con el respaldo del Partido Baathista Socialista Árabe, que luego fue su rival. La antorcha pasó entonces a manos de la Revolución libia, que adoptó medidas audaces y realizó valerosos intentos para lograr que esos sueños nacionalistas se convirtieran en realidad, hasta que llegó la nueva era de la mundialización y de las entidades gigantescas. El mapa del mundo comenzó a cobrar una nueva forma, basada en nuevas y pragmáticas entidades demográficas gigantescas, tales como la Unión Europea, la Unión Africana, la ASEAN, la Comunidad de Estados Independientes, el nuevo Commonwealth, el Grupo de Shanghai, la Organización del Asia Meridional, y NAFTA, que ha creado una entidad que se extiende desde el Canadá hasta México. Estas nuevas entidades no tienen en cuenta la raza, la religión, el idioma o el color. Este nuevo mundo no reconoce vínculos emocionales o culturales, porque son vínculos que no tienen ningún valor práctico, pragmático o económico. Las nuevas entidades no se pueden basar en la religión, el nacionalismo, el color o siquiera el idioma. La única base es la base regional, una zona cuyas estructuras pueden vincularse entre sí. Crean así un mercado único, una unión aduanera única, un visado único y una red única de transporte y de carreteras. Esta integración beneficia a la región en cuestión y fortalece su posición en sus negociaciones con entidades similares. Asimismo, hace que aumente la competitividad de la región.
Los árabes son todos de la misma raza. Hablan el mismo idioma y comparten la misma cultura. En su mayoría, adhieren a la misma fe. Esto es un hecho incuestionable. Sin embargo, desde el punto de vista geográfico están divididos entre África, Asia y la Península Arábiga. Los de África son parte integrante de ese continente. Son miembros de la Unión Africana, que nació como consecuencia de la mundialización. Así pues, los árabes de Asia y los árabes de África han quedado separados entre sí debido al carácter de la nueva era de la mundialización y de las entidades gigantescas. En el futuro los árabes africanos serán Estados integrantes de los Estados Unidos de África, del mismo modo que los europeos que crearon los Estados Unidos de América y pasaron a ser estadounidenses a pesar de sus orígenes europeos. De esa misma manera, dos terceras partes de los árabes pasarán a ser ciudadanos africanos. En un futuro, cercano o distante, la Unión Africana constituirá una entidad única en materia política, económica, cultural y de seguridad. Habrá una identidad africana unificada y una sola moneda, un solo ejército de defensa, una sola política exterior y una posición unida en materia de negociación.
No sabemos qué destino aguarda a los árabes de Asia. Es probable que pasen a ser parte de una entidad asiática que aún no ha sido creada. Podrían pasar a ser miembros de diversas entidades, algunas de ellas asiáticas y otras del Mediterráneo. Eso también es posible. Lo que es evidente es que se dividirán. Los arrastrará la fuerza de gravedad de las entidades más grandes. Quedarán fragmentados. Un destino similar aguarda al Irán y al Afganistán si no se unen a la Organización del Asia Meridional o a la entidad del Océano Índico. Si no lo hacen, desaparecerán, o, en el mejor de los casos, se les asignará el papel de amortiguador o lubricante que minimiza las fricciones entre entidades más grandes.
Quizás algunos se pregunten si es posible que los árabes creen su propia entidad. Nosotros pensamos que eso no es posible. Los árabes de África son parte de la Unión Africana. No se trata de una opción. Esa es la realidad y la base de su supervivencia. Es un imperativo demográfico. África y Asia son dos entidades diferentes entre sí. Los árabes africanos están geográficamente separados de los árabes asiáticos. Las filiaciones nacionales y religiosas no cumplen ninguna función si no van acompañadas de una situación geográfica que permita la creación de una entidad única y unificada en materia de mercado, economía, defensa, moneda, identidad, medio ambiente y comunicaciones por satélite. Nigeria e Indonesia comparten la misma religión, pero no puede haber lazos económicos, de seguridad o de defensa entre ellas. No se pueden establecer vínculos de esa índole entre el Iraq y Mauritania, pese al hecho de que sus pueblos pertenecen a la misma raza. Los árabes de África constituyen las dos terceras partes de los árabes. No obstante, según los parámetros actuales son demasiado débiles y demasiado pequeños para establecer su propia entidad. Pueden constituir un Estado dentro de la Unión Africana. Los árabes de Asia también son demasiado débiles para constituir su propia entidad. Una entidad viable requiere ciertos parámetros de producción y de consumo que le permitan competir en el plano mundial. Los árabes de Asia carecen de esos elementos esenciales. Lo mismo les sucede a los árabes de África. Juntos, también carecen de ellos. Ni el Irán ni el Afganistán cuentan con esos elementos, ni siquiera si se unen. Para probar lo que estoy diciendo, basta observar el producto interno bruto de algunas entidades:
El PIB de 15 Estados de la Unión Europea es de 9,25 billones de dólares.
El PIB combinado de todos los Estados árabes es de 700.000 millones de dólares.
El PIB de un Estado de Europa meridional, Italia, es de 1,5 billones de dólares.
Hay estudios que demuestran que Italia desaparecería en 30 años si no fuese parte de la Unión Europea, pese al hecho de que su PIB duplica al PIB combinado de todos los miembros de la Liga de Estados Árabes.
Si los Estados árabes hubiesen podido crear su propia entidad viable, habrían logrado su unidad nacional durante la era de los Estados-nación. En verdad, lo que se ha dado en llamar el mundo árabe, o la patria árabe, corre un grave peligro de fragmentación étnica y religiosa debido al carácter paradójico de esta era de entidades gigantescas y minorías febriles.
Todo intento a favor de una acción árabe conjunta y todo intento de aferrarse a las estructuras de la Liga serán derrotados por la realidad. El hecho de aferrarse a la Liga Árabe refleja ignorancia respecto de la realidad, o bien un intento de hacer caso omiso de ella.