El dilema pakistaní
Ni los estadounidenses ni los israelíes deseaban que el Pakistán poseyera una bomba nuclear. Desprevenidos, el hecho de que el Pakistán se convirtió en una potencia nuclear los tomó por sorpresa. Súbitamente, el Pakistán pasó a contar con capacidad nuclear. Jamás habían querido que esa posibilidad se concretara. No obstante, cuando se hizo realidad, se acusaron a sí mismos, se acusaron mutuamente y acusaron a sus organismos de inteligencia. A la bomba nuclear del Pakistán la denominaron la bomba “islámica”. La consideraron una amenaza dirigida hacia ellos.
Habían hecho todos los esfuerzos posibles para impedir que el Pakistán adquiriese armas nucleares. Henry Kissinger, el ex Secretario de Estado de los Estados Unidos, amenazó al entonces Primer Ministro del Pakistán, Zulfiqar Ali Bhutto, diciéndole: “ Si usted fabrica una bomba atómica, lo voy a convertir en un ejemplo”. Bhutto fue ahorcado con el fin de amenazar a otros para que no consideraran la posibilidad de adquirir una bomba nuclear. Zia-ul-Haq fue asesinado, al igual que Benazir, la hija de Bhutto. La saga continúa.
La pregunta es la siguiente: ¿Por qué los estadounidenses y los israelíes no quieren que el Pakistán posea armas nucleares?
El Pakistán es un Estado islámico. El Islam es la base misma de su existencia. No hay otros factores que puedan unificar al Pakistán. Ello explica el profundo apego del Pakistán al Islam. El Islam es la esencia de su identidad, y sin él el Pakistán no podría existir como nación. El Islam es la razón de ser para los pakistaníes, tal como el judaísmo lo es para los israelíes. Con o sin religión, países tales como China, el Irán y Turquía seguirían existiendo. La situación no es la misma en el caso del Pakistán. Sin Islam no habría Pakistán. El Islam es el motivo de su secesión de la India y el motivo por el que se estableció como Estado separado. Para el Pakistán, el Islam no es una cuestión de fe. Es una cuestión de identidad nacional. En verdad, la bomba nuclear pakistaní es una bomba islámica.
El Pakistán es un hervidero en el que bullen interacciones profundas, aterradoras y peligrosas que son consecuencia de su compleja composición demográfica. Es una mezcla de sindhis, punjabis, bhuttoharis, balochis, hazaras, kashmires, pashtus, hindkos, afganos y otros. Están también las feroces tribus situadas en la zona aledaña al Afganistán. Esas tribus no son leales ni al Pakistán ni al Afganistán. La mezcla pakistaní es heterogénea tanto desde el punto de vista lingüístico como desde el punto de vista étnico, y hay más causas para la división que para la unidad.
En el plano regional, el Pakistán afronta retos del Irán chiíta y de la India hindú/ budista. La fe islámica, que es la piedra fundamental del Pakistán, afronta provocaciones y retos del budismo, del hinduismo y del extremismo sectario. Por lo tanto, en el Pakistán se formaron muchos grupos islámicos extremistas que forjaron vínculos con las feroces tribus afganas y con Al Qaeda y que proporcionaron refugio y protección a Bin Laden. Entre esos movimientos figuran Al Jamaa Al Islamiya, Jamiat Ulema Pakistan y Jamiat Ulama Al Islam, este último con sus dos facciones, el Movimiento Islámico y el Movimiento Nacional Unido.
El peligro para los Estados Unidos y para Israel radica en la posibilidad de que uno de esos movimientos extremistas ocupe el poder en el Pakistán. En verdad, son implacables en sus intentos por llegar al poder. Si partidos políticos tales como el PPP, o incluso el Ejército, continúan en el poder, los estadounidenses y los israelíes no correrán peligro alguno, ya que el poder estará, a su juicio, en manos responsables. No obstante, no hay ninguna garantía de que esos partidos políticos continúen ejerciendo el poder en el Pakistán. Si alguno de esos grupos extremistas llega al poder, el botón nuclear de la bomba islámica estará bajo su dedo. Ese es el génesis del dilema pakistaní. Los estadounidenses y los israelíes no tienen otra opción que la de protegerse contra esa potencial amenaza. Para ello, han acudido al recurso de atizar las llamas de la enemistad entre el Pakistán y su vecina, la India. Subrayan constantemente ante el Pakistán que sus enemigos directos son los hindúes, y no los judíos o los cristianos. La bomba pakistaní debe estar dirigida solamente hacia la India y hacia los hindúes. Con el mismo criterio, le dicen a la India que su verdadero enemigo es el Pakistán, y que su bomba apunta hacia la India y no hacia los Estados Unidos o hacia Israel.
La política israelí consiste en hacer que la India y el Pakistán se sigan centrando obsesivamente el uno en el otro. Por un lado, tratan de establecer relaciones amistosas con el Pakistán y le prometen que lo van a ayudar contra la India hindú. Por el otro, siguen incitando a la India contra los musulmanes pakistaníes y estableciendo relaciones de amistad y cooperación e incluso alianzas con la India. El objetivo es hacer que los dos países se sigan centrando de manera indefinida el uno en el otro. Si fuese posible, desearían que los dos países se embarcaran en una guerra y que cada uno de ellos utilizara sus arsenales nucleares contra el otro. Creo que los Estados Unidos jamás contribuirán a lograr una solución del problema de Cachemira y que los israelíes seguirán atizando para siempre las llamas de ese conflicto.
Sigue existiendo una grave preocupación. La amenaza nuclear pakistaní sigue existiendo. ¡Los intentos de los estadounidenses y de los israelíes para hacer frente a ese dilema seguirán existiendo hasta el fin de los tiempos!